sábado, 21 de enero de 2012

Guillermo de Inglaterra, un cazador en la Mancha

Guillermo de Inglaterra, un cazador en La Mancha Hace ya una semana que los Príncipes Guillermo y Enrique de Inglaterra estuvieron de caza en Ciudad Real y todavía se pueden escuchar las anécdotas de la visita en los mentideros de las localidades de la zona. 21/01/2012 | ABC | RHODELINDA JULIÁN En un bar de Conquista, el pueblo de Córdoba de donde proceden la mayoría de las 30 familias que trabajan para la finca de «La Garganta», propiedad del Duque de Westminster y donde estuvieron alojados los Windsor, bromean sobre la destreza de los jóvenes al apuntar a las perdices, el ave que más abunda en la segunda finca más grande de España, con 23.000 hectáreas de superficie. Lo cierto es que en 2007, durante una de las últimas visitas de los nietos de la Reina Isabel II de Inglaterra, se pudieron contabilizar cerca de 750 perdices abatidas. Pero un ojeador que nos encontramos en el bar y que dice haber estado en aquella ocasión adjudica el número a toda la corte de amigos que les acompañaban en aquella visita, y no únicamente a los hijos del Príncipe Carlos. Acompañantes de sangre azul o de alta cuna: es el requisito esencial para cazar en el lugar. O guardar cierta amistad con lord Gerald Cavendish Grosvenor, sexto duque de Westminster. Con los Príncipes existen estrechos vínculos, pues Guillermo es ahijado del aristócrata, a quien se le atribuye una fortuna de siete mil millones de libras. Aquellos que visitan la finca saben que les esperan unos días rodeados de corzos, ciervos, jabalíes y perdices. Guillermo y Enrique, tal y como ya lo han hecho el Rey Don Juan Carlos o Carolina de Mónaco, pudieron haber paseado por entre los más de 10.000 olivos que alberga el lugar. Rodeado de un bosque de cedros y con un antiguo puente romano, el terreno es escenario ideal para un fin de semana romántico, aunque los hermanos pasaron solos unos días para celebrar el final del adiestramiento del Príncipe Enrique como piloto de helicópteros. La Duquesa de Cambridge, esposa de Guillermo, prefirió quedarse en Londres y seguir su agenda habitual. Semanas antes, como cada Navidad, todos ellos habían estado de cacería en Sandringham (Norfolk, Inglaterra), junto al resto de la Familia Real británica. Pero tal y como publicaba «The Daily Mail», «cazar en “La Garganta” es un juego más grande». Poco ha trascendido de esta visita. Los exteriores de la finca son una metáfora del cuidado que tiene el duque por su privacidad: «La Garganta» está rodeada de 150 kilómetros de alambrado de más de dos metros de alto. «Hace unos años se les veía salir y entrar más que ahora. El viernes pasado, según llegaron a los aeropuertos de Ciudad Real (Enrique) y de Sevilla (Guillermo) les fue a buscar sendos coches de escoltas, que les trajeron a la finca de donde no salieron en todo el fin de semana», nos cuenta un lugareño. No les hace falta salir, porque la propiedad es un complejo al que no le falta de nada. Antonio González, dueño del hotel Sierra Madrona, situado en Fuencaliente, localidad al sur de Ciudad Real y a 10 kilómetros de «La Garganta», nos cuenta que él entró a cobrar una factura y se maravilló por la estructura montada. «Los hijos de los trabajadores tienen una pequeña escuela, e incluso hay una gasolinera para los coches del duque», explica. A la entrada, hay un edifico moderno donde trabajan unas quince personas, todas ellas trajeadas: «Son los que llevan la administración de la finca», nos cuenta Antonio. Una finca que no deja un beneficio excesivo a la zona, pero que se mantiene por la venta de madera y de la recogida de la aceituna, en la que ahora están inmersos, aunque no por la venta de piezas cazadas, pues el duque de Westminster no lo autoriza. Una pena, pues las perdices que abundan allí son de criadero natural y su calidad culinaria es envidiada en los mejores restaurantes. Solo ha transitado una vez por «La Garganta», pero el dueño de este pequeño negocio hostelero de Fuencaliente ha acogido en varias ocasiones a personas de la realeza europea. Los describe como gentes educadas y sencillas en el trato, aunque distantes. La última vez que tuvo a varias parejas de nobles fue hace cuatro años, y pudo darse cuenta de que tenían títulos y tratamientos cuando les vieron llegar al hotel para hacer efectiva su reserva. «Vinieron como “rambos”, ataviados con el mejor armamento de caza». Sin grandes exigencias gastronómicas más allá de un desayuno inglés, asistían asombrados a la costumbre que tienen los cazadores manchegos de abrir el día con unas buenas migas del pastor. Finalmente, lo probaron y parece que «se fueron con buen sabor de boca». La comida, desde Madrid Sin embargo, los aristócratas que visitan «La Garganta» no suelen consumir gastronomía local y encargan la comida a un catering de Madrid. «Es comida muy normal, compuesta de verduras, sopa y poca carne», explica Antonio, que conoce el servicio que ofrece esta empresa de la capital. Destaca lo poco exigente que fueron los duques y condes que han estado hospedados en su hotel con el servicio, aunque señala una excentricidad: «Una noche me pidieron agua del glaciar. Y yo les dije que el agua del manantial de Fuencaliente está mucho más buena y no me tengo que ir tan lejos a buscarla», relata el dueño del hotel entre sonrisas.